Reconozco que el término “talento” siempre me ha sugerido algunas dudas para aplicarlo a cuestiones tan dinámicas como la gestión o el desarrollo. En nuestro uso del idioma lo asociamos a ideas como capacidad, entendimiento, inteligencia o aptitud. Oímos cosas como, “Es una persona de talento”, “No tiene talento” o “Tiene poco o mucho, talento” afirmaciones que podrían sugerir que es algo que se tiene o no se tiene, como si habláramos de un don que nos han otorgado o poseemos.
Luego está esa metáfora realmente desafortunada de “la guerra por el talento” acuñada en los 90, al amparo de una ideología de compra-venta de recursos y de retención a golpe de talonario. Lo malo es que de alguna manera hemos mantenido ciertas asociaciones desde entonces, entre otras, la idea de gestionar el talento como un recurso escaso y raro, que tiende a encontrarse fuera de nuestro alcance (en los otros, en el entorno, en los competidores, en las escuelas de negocio…) y por tanto hemos de buscarlo o situarlo “ahí afuera”.
Nada de esto tiene mucho sentido y pensar en el talento como “producto” nos aleja de la posibilidad de mantenerlo o desarrollarlo (en nosotros mismos, en nuestras organizaciones) cuanto más de gestionarlo. Desde luego no tiene sentido preocuparnos por incorporar “a los mejores” en términos de competencias, habilidades, experiencia o cualquier otro criterio de entrada si luego situamos en otro orden de cosas la cuestión cómo hacer uso de todo eso.
La gestión del talento requiere mantener activos procesos de desarrollo, de entrenamiento de habilidades, de mejora, de innovación. No puede haber talento sin un contexto, sin unas condiciones en las cuales las personas mejoren esas cualidades haciendo cosas (decidiendo, pensando, diseñando, consiguiendo).
Y no solo hablo de inversión en materia de formación o cursos para empleados. Parte de la cuestión estará en saber lo que se puede esperar o no de un contrato, lo que ha de comprometerse por ambas partes en términos de logros, esfuerzo o relaciones, lo que podemos y queremos hacer (como organización y como individuos) lo que claramente estamos muy por debajo de poder hacer, pero aspiramos.
Aunque seamos capaces de “atraer” lo mejor de cada casa, nada interesante ocurrirá si no creamos el contexto que nos acerque más a lo que buscamos, a condición de que sepamos gestionar aquello que buscamos. Si queremos alto potencial, si queremos a los mejores, los más creativos, polivalentes, autónomos, influyentes, flexibles, etc.… generemos, (como empleadores, empleados, directivos, gestores, consultores…, sea cual sea la función desde la cual participamos) las condiciones y el entorno más apropiado para mantener algo de esto. Y ello, por muchas razones, no solo porque ya no podemos retener a golpe de talonario.
La guerra solo deja supervivientes y ruinas. No, no puede haber guerra por el talento. El talento es tan abundante (al menos en este lado del mundo) como lo sean nuestras ganas de ir más allá, de aprender, de imaginar otros escenarios posibles. Y si aún no conseguimos conectar con algo de esto, digamos entonces que escasean las ganas pero no el talento.
Pilar Mamolar
Enhorabuena por el blog, Pilar. Me gusta la idea, la estética y lo que expresas.
Me gustaMe gusta
Gracias Tim
Un abrazo y hasta pronto.
Me gustaMe gusta