La magia, la ciencia y los modelos de desarrollo.

Nuestro tiempo es un tiempo de búsquedas. Buscamos teorías y modelos que nos ayuden a comprender el mundo,  a desarrollarnos en diferentes ámbitos, personal, profesional, emocional, espiritual… La complejidad de las sociedades avanzadas y las nuevas demandas en diferentes áreas de la vida, suponen continuas exigencias y también oportunidades para seguir explorando y aprendiendo. Nuevos aprendizajes sobre el mundo, sobre nosotros mismos, o sobre nuestra forma de aprender, necesitan ser actualizados constantemente, porque a menudo lo que sabemos no es suficiente o es incompleto para seguir avanzando y desarrollarnos de forma efectiva. También ocurre que este aprendizaje y búsqueda puede intensificarse en algunos momentos de nuestra trayectoria vital, ante reveses o cambios de dirección no planificados, cuando la realidad no encaja con nuestras expectativas en diferentes aspectos de nuestra vida. Todas estas exigencias unidas a nuestra curiosidad para conocer más y mejor, nos conducen hacia búsquedas y encuentros de distinto signo, donde las teorías, modelos explicativos, cosmovisiones o visiones de la “realidad”, juegan un importante papel en nuestro desarrollo y aprendizaje.

En distintas ocasiones he participado en conversaciones con personas conocedoras o especializadas en algún tipo de enfoque, teoría, modelo, corriente o terapia (desde la psicología transpersonal, la gestalt, análisis transaccional, el eneagrama…). Siempre me ha interesado explorar enfoques nuevos y muchos de ellos me han proporcionado un conocimiento provisional con el que seguir investigando.  También me interesa saber cómo han sido construidos. Y de forma más práctica, me interesa conocer cómo las personas, especialistas o no, utilizan esos modelos y cómo los modelos pueden ayudar o estorbar para comprender el mundo y facilitar o dificultar algún tipo de cambio personal. Por otra parte y desde el punto de vista profesional me interesa saber cómo se construyen esas teorías y modelos porque quienes los construyen, son modeladores del mundo como tú y como yo, aunque algunos de ellos tengan la pretensión de construir leyes sobre el funcionamiento de las cosas (del mundo o del ser humano) como luego veremos.

En todo ello y desde la facultad he visto no pocos riesgos a la hora de seguir ciertos modelos y teorías que podían generalizar en exceso, abstraer, clasificar, diagnosticar o etiquetar cosas o peor aún personas. Pero este tipo de críticas no son fáciles de sostener y argumentar, más cuando muchos de tus interlocutores son especialistas en ese tipo de teoría, terapia o modelo. Finalmente también me daba cuenta de que tampoco disponía de sólidos argumentos para poner en tela de juicio algunos de los enfoques más populares y extendidos, así pues yo seguía en mi desconfianza y mi interlocutor en sus teorías. Ahora, unos años después, con algunas nuevas experiencias, formaciones, ilusiones, me gustaría intentar, -sin ánimo de convencer, más bien de compartir-, algunos argumentos para todo el que esté interesado en las búsquedas, y en las búsquedas después de algunos encuentros, y para los que no se conformen con «cuentos de hadas».

A la curiosidad sobre las teorías, enfoques y especialmente sobre los modelos, siempre le ha acompañado un sentido de crítica, que comprendo en ocasiones puede resultar incómodo o molesto. Ello, unido a que no soy psicóloga de formación, sino pedagoga, podría hacer sospechar a más de uno en la validez de mis argumentos.  Pero lo cierto es que tratándose de teorías que hablan o describen a personas de carne y hueso, veo más riesgo en abrazar unas, que en no disponer por el momento de enfoque alguno y guiarse de la propia experiencia y juicio sin pretensión de generalizar más allá de tu mundo conocido. Creo que hay mucha magia en algunas teorías sobre el desarrollo personal y creo que en muchas ocasiones este tipo de magia pasa desapercibida y la utilizamos con carácter de “verdad”.  Y no es que yo no crea en la magia. Para mi la magia es tan importante como la ciencia, solo que está bien saber cuando se aplica cada una.

Chesterton[1] tenía razón cuando decía que hay mucha más coherencia en los cuentos de hadas que en la ciencia. En los cuentos de hadas existe esa coherencia y honestidad que conlleva la sorpresa de algún tipo de magia. Los hechos y las proezas siembre conllevan asombro, admiración (o aversión) en aquellos que los sufren o los causan. Y entre la causa y el hecho que ocurre -la varita mágica que “convierte la calabaza en carruaje”; la voz que espera cuando se pronuncia “Ábrete sésamo”; el beso que “despierta a la princesa” o el que “convierte a la rana en príncipe”-, hay una conexión, una especie de rito y magia, un sentido de posibilidad con resultado extraordinario. En todo caso existe la magia de producir esas cosas extraordinarias que de ninguna manera podrían convertirse en Norma o Ley, porque solo ocurre en el reino de lo extraordinario.

(Antes de continuar, por si alguien pensara encontrar aquí crítica alguna sobre el reino de lo extraordinario, anticipo que nada estaría más lejos de mi intención y declaro que yo no podría vivir sin frecuentarlo).

También  dice Chesterton que la ciencia, sin embargo, no es tan cuidadosa al manejar ese tipo de “causalidad” y no solo no se conforma con el asombro de que ciertos hechos ocurran, sino que establece leyes para conectar estos hechos con carácter de verdad, es decir, una verdad que conecta dos hechos: Hablan como si la conexión de dos cosas extrañas físicamente conectadas, también lo hicieran filosóficamente. Piensan que porque una cosa incomprensible sigue a otra cosa igualmente incomprensible, los dos juntas representan de alguna manera una cosa comprensible”. El texto es parte de uno de los más geniales ensayos escritos sobre la ciencia y su modelo, imprescindible para todo el que desee explorar en el reino de lo mágico y lo científico.

Creo que ahora se podrá entender mejor mi crítica e incredulidad con muchos de los enfoques, corrientes y teorías que intentan explicar el desarrollo en la vida, la personalidad, el cambio, las transacciones o los conflictos con carácter de ley universal y de verdad.

Aún así, necesitaría otros argumentos más “científicos” para convencer a muchos de lo poco fiables de algunos de los modelos y teorías. Para ello, podríamos echar un vistazo a cómo se ha construido el conocimiento en la ciencia y específicamente las dificultades que las ciencias sociales han tenido para avanzar, empeñadas o comprometidas con ese afán de “objetividad” o “cientificidad” no siempre bien resuelto. Conocer la realidad, con pretensión de verdad, es lo que ha movido a la ciencia desde la Grecia clásica hasta nuestros días, y el conocimiento racional y científico es el que ha intentado explicar esa “realidad”. Plantear problemas o reconocerlos y construir hipótesis, es el modo de avanzar de la ciencia, teniendo en cuenta los conocimientos previos o el paradigma del que se parte y siendo necesarias verificaciones empíricas, experimentos y ensayos, es decir, asegurándose de que las hipótesis formuladas dejen de ser hipótesis y adquieran carácter de “verdad”.

Para avanzar con este propósito, la ciencia, para ser ciencia, requiere de cierta forma de proceder, de un método científico, cuyo máximo exponente ha sido y es el método experimental  que precisa de una secuencia clásica de planteamiento del problema; estado de la cuestión; hipótesis; comprobación y soluciones. Y si todo va bien, podemos contribuir a la creación de leyes, teorías y modelos que explican el mundo con cierto carácter de verdad, al menos de forma provisional. Es conocido y admitido por la ciencia que la construcción de teorías origina nuevos problemas y nuevo conocimiento siempre provisional sobre una “realidad” siempre más amplia por conocer. Y así vamos tejiendo simbólicamente o mágicamente la realidad, con trozos de conocimiento provisionales y modelos explicativos a cerca de los fenómenos estudiados. Y la misma epistemología aplicada a las ciencias sociales para ofrecer  explicaciones a cerca de la realidad y los fenómenos estudiados. Y otra y no menos importante cuestión: la necesidad de replicabilidad, esto es que dadas las mismas condiciones ocurrirán los mismos fenómenos. Pero si bien esto podría ser más sostenible (y falsable) en el mundo físico y mecánico, hace muchas aguas en otro tipo de “realidades” sociales, psicológicas o educativas.

Ahora bien, y al margen del mundo físico: ¿Qué supone esta epistemología para este otro tipo de “realidades”? El modelo lineal causa-efecto no funciona en las ciencias humanas. No funciona cuando hablamos de aprendizaje, de facilitar el cambio, de desarrollo, de transformación. No funciona para el desarrollo personal, para dinamizar una clase, para hacer motivación, confianza, competencia. La aparente complejidad y objetividad del método científico se convierte en burda calabaza cuando se trata de esta “otra realidad”.

El modelo causa-efecto supone una cosmovisión tan mágica como los cuentos de hadas. Supone comprender la vida a través de una secuencia de causas y efectos. Supone que hay una verdad que hay que descubrir, una realidad “allí afuera” que iremos reconstruyendo a través de sucesivas creaciones de conocimiento en forma de leyes y teorías. Supone un orden lógico de las cosas que podemos descubrir al enunciar leyes causales capaces de explicar la realidad (esto se puede aplicar y comprobar con distintos tipos de teorías y modelos en psicología y en educación).

No digo que todo esto tenga extraordinarios efectos cuando se trata de cosas físicas o cuando hablamos de tecnología, desde la emisión termoiónica a la más sofisticada medicina nuclear. El modelo causal proporciona una base para comprender y conseguir cosas. Y la ciencia ha conseguido cosas extraordinarias con las que nos sorprendemos cada día. Lo cual no significa que necesitemos aplicar este método a otras realidades y “procustear” las posibilidades y las innovaciones en ciencias sociales.

Y ese es el sesgo de muchos de los modelos y teorías que nos llegan desde las ciencias sociales. Y ese es el riesgo de abrazar teorías como si fuesen la «realidad” y de no comprender esa magia con la que han sido tejidas a fuerza de pretender ser objetivas o “científicas».

El discurso y la narración que utiliza el método científico para dar cuenta de un tipo de realidad y problemas, no puede aplicarse, al menos elegantemente al estudio de la realidad social, psicológica y educativa. Como han apuntado algunos autores en educación[2] deberíamos ser claros y honestos al afirmar la incapacidad que la experimentación ha demostrado para fundamentar una teoría sistemática de conocimientos cuando se trata de aprendizaje, desarrollo o cambio. Y esta escasa utilidad en las ciencias sociales para construir conocimiento generalizable a partir del método científico nos ha mantenido durante años y a día de hoy en ese estado de progresiva devaluación y de búsqueda recurrente de modelos y teorías que nos descubran otro pedacito de “realidad”.

Pero nada cambiará si tenemos como prueba de objetividad modelos lineales y prescriptivos tan inútiles como estériles para explicar la riqueza de influencias, de variables y de pequeñas y grandes transformaciones que ocurren en nosotros mismos, en nuestras aulas, con nuestros clientes, en la dinámica familiar, en las organizaciones.

Avanzar realmente (elegantemente) en el ámbito del desarrollo (aprendizaje y cambio), implica según esta tesis cambiar el tipo de narración y de metodología con el que las ciencia sociales han estudiado y explicado los fenómenos psico-sociales o educativos. Ahora bien, si decimos que el método experimental y el lenguaje de la ciencia física no ayuda a construir conocimiento cuando se trata de realidades de carácter social ¿Cómo podemos explicar tales asuntos? ¿Hemos de renunciar a la fiabilidad y validez de nuestros estudios? ¿Cómo serían explicables los cambios en términos de aprendizaje, de desarrollo, -para uno mismo, en un cliente, en un grupo, en una familia, en una organización-? ¿Cómo explicamos la realidad? ¿Hay una “realidad” que pueda ser explicada?

Más, en el siguiente post…


[1] By G.K Chesterson, “The Logic of Elfland”, Great Essays in Science. Martin Gardner, Oxford University Press 1997, pp 96

[2] Antoni J. Colom “La (de) construcción del conocimiento pedagógico. Nuevas perspectivas en teoría de la educación. Paidós. Barcelona 2002

8 pensamientos en “La magia, la ciencia y los modelos de desarrollo.

  1. Me quedo como en las teleseries cuando acaba el capítulo con todo por decidir, con unas inmensas ganas de ver el siguiente capítulo a ver si hay respuesta para tantas preguntas….

    Un abrazo

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    • Gracias Jorge por formular tu expectativa, yo también espero que alguna respuesta se nos ocurra.. ;de aquí a mi segunda entrada tenemos tiempo :-). Las cuestiones que planteo forman parte de la actual situación de las ciencias sociales y la dificultad para avanzar en este campo. En mi caso y para el tipo de investigación que me gustaría hacer, supone un problema pero también una oportunidad para trabajar con aprendizaje y cambio. Por eso antes de embarcarme formalmente en una tesis, he querido explorar qué otros tipos de enfoques o discursos existen más allá del modelo causal. Y me gustará mucho compartirlos. Más abajo, comentaba a Zigor que con la intención de querer buscar certezas, nos convertimos en tecnólogos más que en investigadores. Una de las cosas, -probablemente lo compartas-, que he aprendido con la DBM ® es a investigar más allá de las teorías al uso. Y otra, es a utilizar y a apreciar las transiciones y los modelos de proceso. Porque hay muchos tipos de investigación y muchas formas de investigar. Si investigamos para “encajar” la realidad de un individuo, grupo, organización… en una tipología nos alejamos del tipo de investigación y de las habilidades necesarias para investigar una realidad compleja, dinámica, cambiante…. y única. No podemos investigar esa unicidad solo con tecnologías.
      Hasta pronto Jorge, un abrazo.
      Pilar

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  2. Tal vez pueda aplicarse el binomio Fé-Razón a la base de la exploración, y el de Anima-Materia a la base de la redacción.
    Algo incomprensible para mí, y hasta cierto punto mágico, es el afán de encontrar la teoría-marco-modelo explicativo perfecto (si aceptamos «La Realidad» como únicamente interpretable por el ser humano desde su finitud). Me resulta curioso que la todopoderosa Ciencia se guíe por la Fé (la creencia en algo) para seleccionar los fenómenos que expliquen su intuición final acerca de algo. Lo cómodo es «que vengan después nuevas teorías a rebatirme».
    Aún espero una explicación científica completa a lo que es la Vida.
    Opino que las llamadas Ciencias Sociales atesoran cierto complejo de inferioridad, y como en todo proceso de cambio, les cuesta desprenderse de lo no útil, sea por falta de dirección clara, sea por indefinición de su propia identidad, sea por rubor ante su propia desnudez en el espejo.

    Gracias Pilar.

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    • Hola Zigor, salgo de mi letargo gripal sin explicación científica a tu expectativa. Ante estas cuestiones yo leo filosofía, igual debería salir de casa y dar una vuelta o irme a los bosques, al estilo de Thoureau en Walden … pero de momento … leo filosofía 🙂
      Muy de acuerdo con el complejo de inferioridad de las ciencias sociales que es nuestro complejo o cobardía o pereza para curiosear, explorar, investigar, crear… porque a fuerza de querer buscar certezas, de encontrar teorías que expliquen la realidad nos hemos olvidado de explorarla y así nos convertimos en tecnólogos sociales, educativos… tecnólogos, al fin y al cabo… aburridos.
      Gracias a ti Zigor
      Pilar

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  3. Hola Pilar,
    Me han gustado mucho tus reflexiones porque me suenan a experiencias vividas.
    Cuando estudiaba psicología había muchas teorías que trataban de explicar los distintos procesos cognitivos, eran más o menos teóricas, unas más cercanas, otras más alejadas del mundo que pretendían describir. Algunas me ayudaban a comprender, otras me dificultaban la comprensión. Donde estudié la U.A.M, destacaba el modelo conductista y explicaban los cambios como secuencias de causas y efectos. Aprendí a conectar variables utilizando el método experimental y a hacer mapas de recogida de información. También a clasificar a las personas con diferentes etiquetas. ¡Y todo aquello me daba seguridad! Mi aspiración entonces como ahora es ayudar a las personas. Sin embargo cuando hice un Master al finalizar la carrera de Psicología Aplicada y tuve que realizar prácticas con clientes reales, hacer de co-terapeuta, ¿Dónde estaba mi conocimiento, mi saber hacer, mi seguridad?. Las teorías se habían quedado en el mundo de las ideas, muy lejanas, y yo delante del cliente sin saber qué hacer. Aprendí a recoger información, a observar, a dar consejos, soluciones, aplicar técnicas, cuestionarios, pero poco a investigar al cliente y a intervenir eficazmente..
    Tuve la gran fortuna de empezar a formarme en DBM, y ahora voy dando forma a las cosas y haciendo luz.
    Nos vemos pronto, un abrazo.
    Marta

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    • Hola Marta. Gracias por explicar tu experiencia. Personalmente como estudiante y después como profesional he experimentado esa sensación y también fascinación por estudiar algunas teorías y modelos explicativos. A veces a costa de trabajar no directamente con la realidad. Este es el riesgo que veo yo con algunas teorías y modelos, incluso algunas de las menos lineales o causales. Que intentan explicar a partir de ciertas leyes la realidad, cuando sería mucho más útil investigar con algunas buenas herramientas los procesos de cambio y transformación. Pero en general no disponemos de buenas herramientas e investigamos procesos complejos con una mentalidad lineal y causal de hace siglos. Esto me recuerda a esa formulación de Bateson en Mente y Naturaleza, al hablar de mejores y peores maneras de construir teorías científicas: “Hay herramientas de pensamiento tan romas que no sirven casi para nada, otras de filo tan aguzado que se vuelven peligrosas. Pero el hombre sabio hará uso de ambas”. Me parece fascinante esta cuestión, por todo lo que puede significar de avance en nuestro campo. Gracias de nuevo. Nos vemos pronto.
      Pilar

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