“Me aplastarán hasta la muerte (mi muerte y su muerte) por las inocentes verdades que digo aquí mismo. Pero hacía falta que las dijera, porque la ciencia se ha vuelto ciega por su incapacidad de controlar, prever, incluso concebir su rol social, por su incapacidad de integrar, articular, reflexionar sus propios conocimientos. Si, efectivamente, el espíritu humano no puede aprehender el enorme conjunto del saber disciplinario, hace falta entonces cambiar, ya sea al espíritu humano, ya sea al saber disciplinario.” Edgar Morin .
Me gusta este párrafo. Creo que resume el sentir o el malestar sentido por algunos de nosotros en distintos campos del conocimiento, no solo en las ciencias sociales. El título del post, es el título de un artículo de Prigogine, que explica desde la física el error de pensar en un mundo sujeto a “leyes” y de una naturaleza que estaría “obligada” a algún tipo de orden establecido. En un lenguaje más poético lo había descrito Chesterton, como vimos en el anterior post.
Quizá sentimos algo de “verdad revelada” cuando leemos un libro, un artículo o una teoría, sobre todo cuando encaja en parte, o cubre algunos de nuestros vacíos de conocimiento. Pero a menudo nos olvidamos que todo intento de teorizar sobre los fenómenos, incluye operaciones de selección, clasificación, abstracciones, resúmenes, conceptualizaciones… Estas son nuestras herramientas de pensamiento para construir la realidad. Y como decía Bateson “Hay herramientas de pensamiento tan romas que no sirven para casi nada y otras de filo tan aguzado que se vuelven peligrosas. Pero el hombre sabio hará uso de ambas”. Con nuestras herramientas de pensamiento podemos ser más o menos elegantes construyendo teorías, pero seremos siempre nosotros los que construimos la realidad, de manera que el constructor y lo construido forman parte de un todo inseparable. De ahí que validar, evaluar, verificar lo que conocemos y construimos, en el campo de la ciencia o de la vida, resulte realmente útil. Para comprender la realidad construimos teorías y esas teorías a su vez se han construido bajo ópticas de diferente tipo. Y la ciencia clásica, por así decirlo, ha construido teorías desde la óptica lineal y desde la causalidad como explicábamos.
Quizá como expresa W. Barnett, la construcción del saber y del viejo paradigma de conocimiento se haya ido gestando en las primeras revoluciones de la escritura y de la imprenta a partir de un cambio en la idea de la autoridad misma. Vinculada en las culturas orales a la autoridad del guía, del maestro o del sabio poseedor de la verdad, esta verdad se fue revelando progresivamente más distribuida y más asequible a muchos a través de la escritura, luego de la imprenta. Es curioso pensar como se ha ido gestando ese cambio, pero mucho más interesante me parece pensar en como seguimos desplazando esta idea de autoridad y de “verdad revelada” hacia los medios de comunicación, las publicaciones, las teorías y la ciencia o la pseudociencia, con muy escasa participación de cada individuo en la construcción del saber.
¿Participar en la ciencia? A simple vista esto puede parece utópico, incluso pretencioso. Yo creo que no lo es si pensamos por ejemplo en el maestro, en el terapeuta, en el formador o consultor que investiga (o deja de investigar y por tanto de construir conocimiento). Creo que aún mantenemos ese ideal de verdad, de orden o de certeza, quizá añoranza, de una autoridad del saber revelado, en lugar del posible e incierto saber construido a partir de la autonomía y responsabilidad individual para hacerlo.
Pero esto ya nunca más ocurrirá, lo sabemos desde hace mucho, aunque no lo queramos saber. Ya no hay realidad hay fuera, verdad objetiva al margen de nosotros. El mundo nunca más se nos revelará ordenado, predecible, sujeto a leyes, determinado… Esto en parte podría responder a las cuestiones planteadas en el anterior post sobre cómo explicamos la realidad o de si hay una “realidad” que pueda ser explicada. Somos, y nos podemos educar para ello, la autoridad, somos “reveladores” de nuestra propia “verdad” y construimos conocimiento en la vida. Lo podemos hacer en nuestro trabajo en el aula, en un cliente, en un grupo, en una familia, lo podemos hacer al dirigir nuestra vida. Ya no podemos más abdicar de esta autoridad. Esto nos hace más independientes, pero también, -es esperable-, más cuidadosos, sensibles y responsables. Ya no buscamos certezas, porque a fuerza de buscar certezas, nos habíamos convertido en tecnólogos (de la educación y de la formación o de cualquier otro ámbito del conocimiento o de la vida). Hemos construido herramientas para diagnosticar, teorías para explicar… pero mientras encontrábamos teorías explicativas de la realidad nos olvidamos de explorarla, de investigarla. Y si no sabemos investigar -o no estamos abiertos a la posibilidad de hacerlo y mejorarlo-, permaneceremos en un estado de inmadurez, de dependencia, obedeciendo a la “verdad” o peor aún, imponiendo cierto tipo de orden y de “verdad” establecida (léase también teoría establecida). Creo que esto se podría aplicar al ámbito profesional pero también a nuestra manera de vivir la vida. Al menos esa es mi experiencia, mi dolencia a veces.
¿Cómo se construye conocimiento entonces? En primer lugar y de forma directa diría: desde la práctica. Aunque para explicar esta cuestión desde el punto de vista académico haya que dar un cierto rodeo. Así, me he familiarizado con algunos de los nuevos paradigmas de investigación que superan la visión clásica y las premisas de contrastabilidad del conocimiento, generalización universal, orden, objetividad, separación sujeto-objeto y otras ´(Morin 1984) . Creo que el paradigma de la complejidad representado por autores como Edgar Morin desde la filosofía, en pedagogía por Antoni J. Colom y en otros campos como el de la física o la biología por distintos autores, justifica muy bien la necesidad y el cambio de rumbo en la ciencia. El paradigma de la complejidad, respondería a las cuestiones del porque no podemos seguir utilizando métodos experimentales y lineales para explicar cuestiones como aprendizaje y cambio, y justificaría otros diseños de investigación sin tener por ello que renunciar a la fiabilidad y validez de nuestros estudios. Si el mundo ya no es predecible, otras cosmovisiones han de emerger y el paradigma de la complejidad y algunos de sus principios de orden/desorden/organización pueden constituir un buen punto de partida para utilizar nuevos modelos. Sin embargo y desde mi punto de vista, esta nueva óptica se presenta como un marco epistemológico, sin profundizar aún en modelos y distinciones precisas para construir conocimiento desde la práctica educativa, terapéutica o social.
Muchos de nosotros, sin embargo, compartimos y nos formamos en un enfoque, cuya ontología y epistemología incluye ideales existencialistas, constructivistas y evolucionistas junto con principios de fractalidad, completud y holísmo. Este enfoque conocido como (Developmental Behavioural Modelling) DBM ® nos ofrece además modelos precisos para investigar desde la práctica. También para investigar sobre la propia teoría formal (modelar el modelar). Creo que este hecho, junto con la incomodidad actual en distintos ámbitos del saber respecto al pensamiento lineal y posible “fin de la ciencia” abre un mundo de posibilidades para la investigación, sea nuestro asunto la intervención profesional o la vida.
Con este marco de fondo, es posible, como apuntaba al inicio del post anterior, investigar, revisar y argumentar algunos modelos y teorías en aprendizaje, psicoterapia, desarrollo…Especialmente si imponen cierto tipo de orden establecido en las relaciones, las transacciones, la personalidad… y evitar algunos de los riesgos que anticipaba a la hora de seguir ciertos modelos y teorías que pueden generalizar en exceso, clasificar, diagnosticar o etiquetar cosas o peor aún personas.
Hadas, ogros, princesas, príncipes, vampiros… ¿Qué tipo de realidad queremos explicar y construir? Porque como sugería Colom A.J. , puede ocurrir que queriendo explicar la realidad estemos creando situaciones irreales.
Pilar Mamolar
Esto ha sido de gran ayuda, gracias por compartirlo por este medio. Espero que otros puedan seguir beneficiandose de tu pagina asi como yo lo he hecho
Me gustaMe gusta
Me alegra que pueda ser útil. Gracias también por compartir.
Un saludo,
Pilar
Me gustaMe gusta
He encontrado muy buen material aqui. Lo agregue a mis favoritos para volver a visitar la pagina
Me gustaMe gusta
Gracias y bienvenid@
Un saludo,
Pilar
Me gustaMe gusta
«Todo», y digo «todo» lo que «existe» o «creemos que existe» lo creamos en nuestra mente, o mejor dicho en nuestro «cerebro», porque no se sabe de nadie que piense, sienta, y actué sin este órgano, luego aunque aún está abierta la posibilidad de que en el futuro aparezca alguien que lo haga sin cerebro, por el momento no ha sido así, según parece nunca, de lo cual concluimos que «objetivamente», y no «subjetivamente» el cerebro es condición sine qua non. Que todo lo «construimos» y quizás por ello «creamos irrealidades» cuando describimos la realidad no sólo es posible, sino más bien seguro. De momento, nuestros sentidos sólo captan «un trocito» de lo que «pueda haber ahí fuera (de nuestra mente)»; por ejemplo, no oímos ultrasonidos que sí parecen oir los ratones o los delfines.
Es decir, que debería ser evidente para cualquier persona «ilustrada» (madura intelectualmente; reflexiva y crítica; en el sentido Kantiano de la Ilustración), que «todo» es una construcción que hacemos nosotros mismos. Hasta aquí bien. Pero esto es una idea (o un hecho «real»), y otra cuestión es que lo que ocurre en el mundo (en ese mundo que construímos) no sea predecible. Seguro que mañana, tras la noche, saldrá el Sol, o no?
Que el Sol salga porque así lo quieren «los Dioses», porque así lo ordena «La Madre Tierra», o porque una serie de circunstancias y «leyes newtonianas» de dinámica del universo lo expliquen desde un punto de vista «científico», es independiente del hecho de que podemos «prever su reaparición día tras día».
Por ende, asumir que la realidad «no existe» es distinto a asumir que existe, pero «no podemos conocerla en su totalidad», y también es muy distinto a asumir que la parte que quizás podemos conocer no será nunca predecible.
Finalmente, invito a pensar lo siguiente:
¿Es preferible que cuando uno se toma una medicación para erradicar un virus lo haga sabiendo que esa medicación se ha desarrollado desde los principios clásicos de la ciencia o mejor que se haya desarrollado desde los principios del paradigma de la complejidad y de la asunción de que la realidad no existe y por ello tampoco los virus?
Me gustaMe gusta
Puedo convenir que, al menos intelectualmente, cualquiera entiende que “todo” es una construcción que hacemos, -a pesar de que cada día observamos con espanto como para muchas personas el mundo `es la realidad´ y su comprensión del mundo la única disponible, – pero digamos que para muchas otras, opera eso que dijo Popper a propósito del cerebro y la evolución “Podemos dejar que nuestras teorías mueran en lugar nuestro”¡¡¡ 😉 Aún así, estoy de acuerdo en que la dificultad para las ciencias sociales, no es esta primera, sino la segunda afirmación que expones y que viene a separar la primera de la segunda, esto es, el hecho de que construimos la realidad, con “lo que ocurre en el mundo (en ese mundo que construimos)”. Esa idea de separación entre la realidad construida y el mundo tal y como lo vemos es una cuestión mucho más sutil, menos fácil de notar, acerca de cómo conectar los hechos. Y es ahí donde el modelo lineal causa-efecto de las ciencias naturales, la química o la medicina se ha mostrado insuficiente para la investigación en ciencias sociales.
En los ejemplos que indicas podemos hablar sin complejos de esta conexión necesaria entre fenómenos, y al explicarlos podemos referirnos a sus causas, (si existe la situación descrita entonces ocurrirá X). Esto ha sido de gran importancia en el paradigma de las ciencias naturales y ha proporcionado avances extraordinarios. Proporciona también la base para “predecir el mundo”. Al explicar que algo sucede podemos predecir que sucederá. Sin embargo, para las ciencias sociales el hecho de que el mundo, y con ello, el aprendizaje, las emociones, el pensar y el sentir, son construcciones que hacemos tiene muy distintas implicaciones y posibilidades para conocer “lo que ocurre en el mundo”. En el mundo de la enseñanza-aprendizaje por ejemplo. El educador, el terapeuta, el orientador que interviene y “conoce”, lo hace en función de sus “modelos” creados más o menos naturales, pero sobre todo desde las teorías de conocimiento y los paradigmas de referencia. Aparte de que esta “realidad” que conoce no es equiparable a la realidad del mundo físico, de los fenómenos causales de las ciencias naturales, tenemos aún otras dificultades a ha hora de hacer buenas intervenciones en función de la teoría. Esto lo ponía de manifiesto una orientadora no hace mucho http://www.globalcoach.info/?p=305
La crítica post-empirista, que proponen los autores Usher y Bryant es un buen punto de partida para alimentar este debate. También he descubierto nuevos horizontes en un conjunto de ponencias recogidas en el libro Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad editado por Dora Fried. Pero sigo investigando porque mi interés en la ciencia es el mismo que mi pasión por la pedagogía.
Gracias por compartir Juan Carlos, con ganas de seguir compartiendo y avanzando en esta interesante cuestión.
Pilar Mamolar
Me gustaMe gusta
Hola que tal. Estoy contento de haber encontrado esta pagina web. La encontre pot error pero me alegro de haberlo hecho.
Me gustaMe gusta
Me alegra el «error». Gracias por compartir.
Saludos
Me gustaMe gusta
¿No existe una fan page de este blog? Me agradaría seguiros!
Me gustaMe gusta
Hola a todos. Estaba navegando en el internet por diversion y me tope tu web. Extraordinaria aclaracion. Gracias por distribuirla.
Me gustaMe gusta
Estaba navegando la red y di tu pagina. Me atrae mucho. Guardada a mis predilectos
Me gustaMe gusta