Los Insights están sobrevalorados

Posiblemente. Creo estar viendo la sonrisa de algunos de mis colegas de DBM, y también sonrío. La primera vez que leí acerca de los Insights, fue en un pequeño libro publicado en los noventa sobre aprendizaje organizacional[1]. En ese momento estaba fascinada (como ahora) con el aprendizaje, y buscaba explorar como las organizaciones y los individuos podían organizar  y dirigir este proceso. El caso es que fue allí fue donde esta palabra empezó a tomar forma. La definición que ofrecían los autores del término Insight era algo así como los significados (ideas, teorías, conceptos, opiniones) acerca de algo. Por ejemplo, las ideas que un empresario tiene acerca del funcionamiento de la propia empresa, de las ventas, el marketing, el liderazgo o la comunicación en su empresa. Significados acerca de lo que es, lo que puede hacerse o la manera de dirigir la organización. Su definición ponía el foco en “lo que se sabe y se entiende” y lo situaban a un nivel por encima de las reglas (lo que se debe y puede hacer) y de los comportamientos (lo que se hace); y a uno por debajo de los principios (lo que se es o se desea ser).

El caso es que no es esta la idea más popular del Insight, y aunque en inglés su definición implica “idea” o “hacerse idea de algo”, también se asocia a la perspicacia y a la comprensión profunda en la que “caemos” en algo. Y es éste significado el que nos ha fascinado como fenómeno cognitivo a partir del cual la persona llegaría a una comprensión “última”, descubrimiento o certeza de algo. Sólo un click de búsqueda rápida en Google para darnos cuenta de que también seduce a distintas disciplinas y corrientes como el psicoanálisis, la Gestalt, la psicología cognitiva o las neurociencias también  interesadas en captar su esencia.  ¿Quién no se dejaría seducir por tal experiencia? Yo desde luego que sí, y este fue uno de mis primeros ejercicios blogueros en el blog de Tim Ingarfield http://timingarfield.blogspot.com.es/2009/03/una-experiencia-de-aprendizajeexperienc.html ahora sí que me sonrío, agradecida por el alojamiento.

¿Y por qué están sobrevalorados? Pues por lo mismo que a veces atendemos más al resultado que al proceso, a lo que tenemos que a lo que hacemos, al saber con el que nos posicionamos, que al no-saber con el que aprendemos. El Insight puede ser parte de nuestro constante transitar en el mundo. Lo entiendo como una transformación a la que preceden importantes movimientos,  tránsitos y transferencias. Lo importante es crear las condiciones para que ocurra, y ocurrirá como resultado de un proceso de aprendizaje que ahora se me antoja mucho más interesante, en su preparación, su cocción, su orden y desorden. Eso sí que seduce y me ayuda a comprender mejor ese cierto caos de los procesos de E-A que tanto susto nos suele dar a los docentes. Como en la metáfora de hacer pan, que gusta a J. McWhirter, necesitamos optimizar las condiciones para que este pan de cada día trascienda su estado de trigo y harina. Por eso, intentar reproducir y ocuparnos en conseguir tal cosa (el Insigth) sería un desatino, como tampoco podríamos conseguir así ninguna experiencia trascendente o desenlace emergente (aquello que surge en relación a un proceso/s y que no puede reducirse a la suma de ingredientes o partes constituyentes).

Ahora estaba releyendo a Harlene Anderson[2], una buena recomendación de A. Iborra y revisaba el capítulo que se inicia con una preciosa cita de Mary Catherine Bateson. En uno de los apartados, sobre la capacidad de hablar consigo de manera dialógica, leo: “el objetivo no es el autodescubrimiento o el insigth, es más bien un proceso de desarrollo y transformación del conocimiento”. Esto podría hacer pedacitos muchas de las actuales prácticas y “tecnologías” de la ayuda o la autoayuda destinadas al descubrimiento de la “verdad” acerca de uno mismo, guiadas o auto-guiadas por un consejero o facilitador a modo de práctica confesional. Pero hoy lo digo con cariño, quizá con algo de provocación… cariñosa.

Hoy celebro el proceso de hacer el pan nuestro de cada día.

Pilar Mamolar


[1] Swieringa, J. y Wierdsma, A. (1995). La organización que aprende. Buenos Aires: Addison Wesley.

[2] Anderson, H. (1999). Conversación, lenguaje y posibilidades. Un enfoque postmoderno de la terapia. Buenos Aires: Amorrortu/editores.

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