Emprender, emprendedor, emprendedora, emprendimiento, son palabras que están de moda, las nuevas habilidades del trabajador, tanto si está empleado como si no. Se requieren habilidades propias de quien -emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas y precisa decisión e iniciativa para realizar gestiones que entrañan algún riesgo- (RAE). Ser emprendedor/a será necesario para mantener un trabajo, una trayectoria profesional o una “carrera” que ya no parece discurrir por ningún camino previamente trazado.
La idea del emprendedor o emprendedora, persona capaz de crear por sí mismo oportunidades de trabajo y empleo y dirigir su carrera sin intermediarios es un sugerente reclamo institucional en una economía global y de mercado. Constituye también un aliciente para las organizaciones que desean evitar estilos paternalistas entre mandos y empleados, fomentar relaciones más igualitarias, y estimular la innovación y el constante aprendizaje para garantizar sostenibilidad y resultados. Por otra parte, las palabras nos gustan. Como seres humanos nos gusta crear y lo hacemos con mucho talento si cultivamos cualquier actividad que nos satisface e invertimos en ella algo de tiempo. Así que el emprendimiento cuenta con todo nuestro apoyo… ¿incondicional? No tanto. La filosofía del trabajador-emprendedor requiere una reflexión algo más profunda. ¿Qué presupone el emprendimiento? ¿A qué modelo de relación laboral responde? ¿Cuál es la relación entre oportunidades y riesgos?
La primera cuestión presupone del emprendedor/a, es decir, de cualquier trabajador, unas habilidades que no siempre han sido atendidas desde las instituciones educativas. Por otra parte, los cambios en las sociedades, en el trabajo y en los modelos de relación laboral han desplazado en muy poco tiempo las responsabilidades relativas al trabajo, el empleo y la carrera a los propios individuos. La nueva filosofía del trabajador-emprendedor con iniciativa, capaz de adaptarse en todo momento a las nuevas exigencias sociolaborales, es ahora responsabilidad del individuo, que deberá gestionar e idear su proyecto, su negocio y su carrera. Se podría hablar del apoyo al emprendimiento, desde luego, pero creo que en términos generales podríamos estar de acuerdo con esta macro tendencia. La filosofía del trabajador-emprendedor, se podría resumir en la frase “depende de ti”, que en las sociedades actuales es transferida a los propios individuos. Se espera de cada trabajador, cualificado o no, una gestión activa de su vida laboral y de su empleabilidad dentro de una cultura que solo puede garantizar trabajos “por el momento”.
Para responder a la segunda cuestión, en formato de entrada corta de blog, diría que la consigna del nuevo trabajador-emprendedor responde a la menor representatividad de un modelo de empleo tradicional, es decir, de trabajadores asalariados a tiempo completo. Esta fórmula deja de ser la norma en el mundo del trabajo: menos de uno de cada cuatro trabajadores está empleado según ese modelo (OIT, 2015). Así que nos encontramos ante una paradoja. El trabajo entendido como empleo para toda la vida no va a volver, mientras que es el empleo lo que nos ofrece la oportunidad de acceder a maneras de vivir y estilos de vida que deseamos. El emprendimiento es, en todo caso, una posibilidad de acceso a estilos de vida, cuando las instituciones no pueden proteger o favorecer la continuidad en el empleo. Habría mucho que decir sobre esta cuestión y sobre cómo hemos llegado hasta aquí, aunque lo más importante es qué hacer a partir de aquí, cuestión que deberían plantearse los gobiernos.
Respecto a la relación entre oportunidades y riesgos, suelo tender al optimismo. Nunca como hasta ahora hemos podido imaginar tanta diversidad de oportunidades para trabajar, vivir, cambiar, desarrollar nuevos proyectos. Pero los riesgos son muy altos: los derivados de la ausencia de apoyos institucionales a los individuos y los pequeños negocios, los relativos a la inestabilidad en el empleo, la fragmentación del trabajo, la posibilidad de aislamiento o exclusión para muchos trabajadores. Todo ello nos alerta de la necesidad de resituar la filosofía del emprendimiento en un debate de mucho más alcance y de un problema aún no resuelto como lo es el acceso al empleo y al reparto del trabajo en nuestras sociedades.