Esta semana, un colega y yo comentamos cómo había ido el día, al cierre de una primera jornada de un programa de desarrollo corporativo. Ya teníamos la experiencia de trabajar el programa completo con varios grupos y ambos nos sentíamos bien con lo que estábamos consiguiendo. Comentamos con algo de detalle algunos ejemplos y desde ahí la conversación derivó hacia la importancia de los procesos de aprendizaje. Esto es bastante lógico, pues nuestra actividad está relacionada con el cambio en las organizaciones, y también con la docencia y la educación, en mi caso en una Universidad Pública. Entonces hablamos de la diferencia entre el hacer, el tener y el conseguir, y de la importancia de seguir haciendo cosas como aprender a lo largo del tiempo.
Esta distinción: hacer – tener – conseguir, es muy útil a efectos del aprendizaje. Trabajé estas distinciones con mi grupo del Systemic (Programa de Terapia y Consultoría Sistémica a cargo de John McWhirter). Esa jornada, y este programa cambiaron mi manera de entender nuestro rol como facilitadores o educadores y la educación como proceso.
El hacer está muy relacionado con los procesos, con las acciones y las actividades más o menos perceptibles que hacemos para obtener algo: como las cosas que hago para que el pescado al horno me quede estupendo; o lo que hago por las mañanas para salir de casa a tiempo. Pero también con cosas intangibles como el pensar, el sentir y otras cosas que hacemos al negociar, liderar, educar, aprender… Esas cosas también las hacemos.
El tener conlleva a veces, cierta posesión, o eso creemos. Tenemos cosas como propiedades. Con suerte tenemos una casa que contiene cosas que nos pertenecen. Tenemos un cuadro o una planta, tenemos libros… Podemos decir que tenemos un empleo, pero esto podría cambiar en poco tiempo. Lo que tenemos en realidad, es lo que hemos hecho (relaciones, clientes, aprendizajes, habilidades, investigaciones, proyectos…).
Tenemos cosas que no son propiedades, sino que las tenemos porque las hemos hecho. Tenemos unos pocos amigos, por haber compartido buenos y malos momentos, por las conversaciones que hemos tenido, o por las cosas que, juntos, hemos hecho. También podemos tener amigos en las redes sociales, pero se necesita hacer mucho menos. Tenemos estudios y quizá tengamos algunos títulos, producto que se obtiene como resultado de un proceso de aprendizaje, con sus hitos y progresos. A veces queriendo tener, se nos olvida todo lo que necesitamos hacer para sostener eso. Podríamos querer tener un jardín, una mascota, una pareja, un hijo…, pero en realidad lo que importa, es lo que hacemos con ellos una vez que los tenemos.
Y también conseguimos. Si todo va bien, conseguiremos algunas cosas que queremos. Aunque todo lo que conseguimos, no siempre lo queremos. Cada cual tendrá sus propios ejemplos. Como sociedad tenemos muchos. El conseguir tiene a veces algo de conquista, sea grande o pequeña. Conseguimos dejar de fumar, estar en buena forma física, hablar fluidamente un segundo idioma, crear una empresa, escribir un libro o un artículo, finalizar unos estudios, un grado, un posgrado. ¡Lo hemos conseguido¡. En lo personal y en lo colectivo, conseguimos muchas cosas. Aunque lo que hacemos para conseguirlo cuenta mucho, al menos si nos guiamos por principios éticos, democráticos y del bien común.
Le comentaba a mi colega que había vuelto a releer a Bauman: “los retos de la educación en la modernidad líquida”. Es un pequeño libro de apenas 40 páginas que resume muy bien algunos desafíos de las sociedades de consumo modernas, y nos deja preguntas interesantes como la de aprender a vivir con esos desafíos y preparar a las próximas generaciones para ello.
En este libro, Bauman cuenta cómo ya en los años 60, Myers (1) alertaba sobre la creciente tendencia, “a considerar la educación como producto antes que como proceso” es decir, como cosa que se consigue, más que como algo que se hace, que necesitamos hacer a lo largo del tiempo.
Con ello no pretendo exaltar per se, la cultura del esfuerzo, a la que por generación pertenezco. Pero sí la necesidad de hacer algunas cosas valiosas (como aprender, practicar, explorar, curiosear, crear, innovar, equivocarse, rectificar) en un mundo que ofrece incontables oportunidades para comprar lo que necesita hacerse o encontrar atajos como vías rápidas para el progreso.
(1) Myers, E. D., Educacion in the perspective of history. En Bauman, Z. Los retos de la educación en la modernidad líquida (pp. 24). Gedisa editorial.
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