Esta mañana oía a Cristina Almeida en una entrevista que giraba en torno a qué es la política y a qué sirve, o debería servir. http://play.cadenaser.com/audio/001RD010000005155582/ En el transcurso de la entrevista, la periodista hacía referencia a su compromiso actual, en su condición de jubilada, a lo que Almeida explicaba con su voz rasgada y su estilo de “dardo en la diana”: “…del pensamiento no se jubila uno; yo me he jubilado de lo que me obliga”. ¡Qué buen reencuadre¡, pensaba yo…
El término jubilación o retiro, ya no representa esta etapa, que si pone fin a algo, es al ejercicio de un tipo de trabajo-empleo remunerado… si todo va bien. Porque si la jubilación llega, -cuestión dudosa para las generaciones posteriores-, lo que viene después del retiro tiene una parte subjetiva sustancial. Esa parte subjetiva es la que necesitamos construir, intencionalmente. Y reformulando a Henry Ford, tanto si crees que la vida activa ha finalizado, como si no, tienes razón.
Si no fuera por las amenazas demográficas y políticas que ponen en cuestión el futuro de nuestras pensiones, las oportunidades asociadas a esta etapa, son muchas, así lo confirma la investigación. En un reciente congreso sobre transiciones en la vida adulta http://www.europeadultdevelopment.org/2018-london.html el Profesor Jeff Arnett explicaba los nuevos patrones de desarrollo para quienes han cumplido los 60 y más: «The sixties are now the most rapidly-changing decade: from retirement & leisure & decline to freedom and re-emergence of identity issues: who am I now?»
Esta cuestión constantemente reformulada en la edad adulta, tiene mucho sentido en cuanto que nos invita a pensar en cómo participar, o cómo participar de nuevo en el mundo en que vivimos. Y si el mundo es después de todo, demasiado grande, basta con elegir un entorno más pequeño. Lo más importante será el significado que damos a lo que hacemos, y la jubilación podría ser una nueva oportunidad para hacer algo que quiero y me beneficia… teniendo en cuenta lo que podría ser beneficioso para otros. Porque la jubilación, si es sabia, no debería ser un canto a sí mismo/a, ni tampoco a las lealtades creadas (laborales, políticas, ideológicas, identitarias), ya es tiempo de emanciparse y decidir salir, o quedarse en casa.
Prepararse para el mal llamado retiro, tiene mucho de exploración, como en otras etapas previas de preparación al trabajo. Porque si somos algo inquietos y curiosos, el ocio y el trabajo en sus diferentes formas, seguirán presentes en nuestras vidas. Uno de los errores más comunes es pensar que solo con dejar de hacer “las obligaciones” será suficiente para disfrutar una vida plena o practicar el buen vivir. Pero la experiencia nos dice que incluso el ocio más atractivo se vuelve tedioso con la constancia. Así que la cuestión de qué quiero hacer con mi tiempo, nos lleva necesariamente a nuevas reflexiones: acerca de mis actuales gustos, preferencias, intereses, talentos… y acerca de los compromisos elegidos, más allá de las lealtades. Todo ello sin perder de vista cómo funciona el mundo, para aportar un pedacito de esa experiencia y aprendizaje vital.
He compartido testimonios de quienes están cercanos a la jubilación, expresando cierta sensación de desconexión, de sentir que forman parte de otra época y no del avance o de la transformación que perciben en sus actividades o profesiones. Los cambios tecnológicos aceleran esa sensación, sobre todo en las generaciones anteriores a lo digital. Sin embargo, hoy más que nunca, necesitamos del pensamiento de adultos jóvenes y mayores, para limitar los riesgos de una tecnología descabezada, por poner como ejemplo uno de los debates y conversaciones que necesitamos reavivar. Hay una gran presión económica para hacer obsoletos a los humanos
Seguir construyendo nuestra identidad más allá de los 60 no nos debería aislar del mundo, sino mantenernos activos y conectados con él, en cualquier materia, tiempo y espacio donde elegir practicar la vida buena. A la escala que elijamos, el mundo es sorprendentemente fractal.
Hola Pilar
Justo hoy acabo de terminar de revisar la tesis de Susana Domínguez (una alumna de doctorado y compañera del área y del Departamento) cuya investigación va como anillo al dedo con este post: «La jubilación en la profesión docente como transición evolutiva: estudio de casos desde una perspectiva narrativa». Estoy muy de acuerdo contigo con que esa etapa post-laboral formal (que no necesariamente post-profesional) no se elabora, no se trabaja y se desperdicia muchas veces. Tu propia investigación es un buen ejemplo de las posibilidades de desarrollo que se podrían considerar en esa nueva etapa (más con la incertidumbre que hay actualmente, que imagino que será mayor en el futuro). Más allá de los cambios de identidad, en la tesis de Susana, nos hemos centrado en la generatividad y la integridad, en relación a procesos de envejecimiento óptimo. También lo hemos estudiado en relación a si se producía algún tipo de ritualización del momento concreto del «último día» o no. Ap´úntate octubre para la fecha de la defensa, que seguro que verás muchas conexiones con tu investigación. Un beso
Alejandro
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